UBICACIÓN
Teatro Valentina dentro el pasaje Rodriguez Avenida Revolución entre 2da y 3ra centro , Tijuana, México
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POR AMOR AL ARTE
(LUIS ÁNGEL ISAÍAS SILVA)
Cada vez que las facultades humanas alcanzan su plenitud, necesariamente se expresan mediante el arte. John Ruskin
El arte es ante todo plenitud de ser, crecimiento del YO que se expande en la creación misma para trascender la esfera de lo cotidiano y dar sentido a la existencia. Acercarse de esta manera al arte, significa entender que se trata de un oficio que requiere de disciplina, esfuerzo y dedicación, el cual se fundamenta sobre todas las cosas en el amor.
De ahí el epíteto “por amor al arte,” cómo la frase recurrente con la que se espera que los artistas se solidaricen con la escasez de recursos y los presupuestos limitados. Nada más erróneo que suponer el sacrificio del artista cómo prueba de su amor al arte. Si acaso, esta condición pone de manifiesto la hostilidad que la sociedad tiene frente al arte y su deformada idea del amor. Sin embargo, el enunciado advierte algo más evidente: mirar el arte con amor.
Esto significa, distinguir las similitudes existentes entre arte y amor derivadas del respeto, el cuidado y la valoración del objeto amado. La idea descansa en que el arte es una metáfora del espíritu de la sociedad.
Por lo tanto, la postura que se asume respecto al arte es la misma que se guarda frente al amor, cómo reflejo del aprecio o desprecio que la sociedad tiene respecto de si misma.
Por ello, el artista comienza por reivindica su amor propio a través del culto a su personalidad, alejándose de cuadros narcisistas que pudieran empañar el ámbito de sus competencias.
De esta manera, entrega su universo emocional al servicio de la técnica para crear formas de expresión. Sabe que la actividad artística es un ejercicio interior que requiere de voluntad y temperamento; que “exige una claridad en relación a sí mismo, a su implicación y a su función dentro de la sociedad.
Encontrarse en las rutas del autoconocimiento, es el resultado de la conquista de sí mismo; dejarse fluir y reconciliarse con la vida son la meta del artista a través su obra. Indagación, curiosidad y experimentación en todas las direcciones posibles son tareas inherentes a la naturaleza artística. Esto implica trazar un mapa mental que requiere de estudio, reflexión, análisis; búsqueda estética, dominio de la técnica y diálogo con el receptor ideal.
Es decir; la obra de arte no es producto de la casualidad ni de la ocurrencia del artista, sino que deviene del amor a sí mismo y del amor a la vida, que conllevan una intencionalidad y una respuesta ante la brevedad de la existencia.
En cierto sentido, el amor al arte es una forma de ascetismo, sanación y purificación del espíritu que lo vuelven vital para el destino de la humanidad.
Sin amor al arte las huellas de lo humano parecen borrase y se instala el desdén por la cultura, enseguida se abre el camino a la indolencia y después se “deja pasar a la barbarie cómo síntoma inequívoco de la decadencia”. De esta manera las predicciones resultan evidentes: “crisis agónica y miseria espiritual”.1
Por el contrario, por amor al arte hay esplendor y crecimiento de lo humano, alimento para el alma. Por lo tanto, no debemos olvidar que el arte es el indicador capaz de discernir el estado de salud espiritual de una sociedad.
1 De Tavira Luis. El espectáculo invisible. Edit.1998. CONACULTA. Pág. 60
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